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jueves, 10 de noviembre de 2011

La historia de los celtas en galicia parte 1

La denominación deriva del topónimo Gallaecia. Con este nombre los romanos identificaban a la provincia del Imperio romano que abarcaba el tercio de la península Ibérica situado al norte del río Duero y al oeste del río Pisuerga.
Aunque en esta extensa área territorial convivían grupos humanos asentados desde el Neolítico, el nombre procede de los celtas (conocidos como “celtas de Urnenfelder” (‘campos de urnas’), un grupo de indoeuropeos que se asentaron en la península durante el periodo calcolítico (entre el 2300 y el 1800 a. C.) y posteriormente a partir del siglo IV a. C.  Es posible que ese nombre provenga de la mitología griega, en la que se ubicaba al pueblo celta como descendiente de Celtus transformándose encelti (céltae) al incorporarse al latín.
Sin embargo el término celtae era muy genérico para identificar la gran variedad de asentamientos celtas en Europa, por lo que pronto comenzaron a ser clasificados en función de sus lenguas o de las deidades que veneraban. De esta forma en las islas Británicas se podían encontrar celtas goidélicos y britones entre otros clanes, en tanto que los de la península Ibérica serían conocidos como καλλαικoι (kallaikoi), tal como relata Estrabón en el siglo I a. C.
Si bien kallaikoi era sólo la denominación de los clanes celtas galaicos situados en torno a la desembocadura del río Duero, este término acabó identificando a todos los del noroeste peninsular. El motivo debe encontrarse en su ubicación, una privilegiada zona de paso fluvial y marítimo que favoreció la preeminencia de lapópuli (población) llamada Cale (actual Oporto), cuyos habitantes ya serían llamados caleci o gallaeci por Plinio el Viejo. Esto derivaría después en los etónimos Calecia o Gallaecia (Galicia) al norte y Porto Cale (Portugal) al sur.
La denominación del territorio se consolida en el año 239 d. C. con la reforma administrativa emprendida por Diocleciano cuando es creada la provincia Gallaecia segregándola de la Tarraconensis al abarcar los conventus Bracarensis, Asturiacensis y Lucensis.
El topónimo se conservará incluso en árabe: en los mapas y textos de los cronistas del Califato Omeya de Córdoba, aparecerá como Jalikiah, Yiliquí o Yilliquiyya. Posteriormente derivaría en Galiza, Galicia y en francés, Galyce.
En cuanto a la etimología, la teoría más consolidada (de Higino Martins, 1990) indica que Galicia procede de la raíz indoeuropea kala (‘refugio, abrigo’), que pasó a las lenguas gaélicas como gall (madre, tierra). Esta teoría es además coherente con las que vinculan el étimo a la Diosa Madre de los celtas, Cal-Leach, como al radical ya latinizado Cale, de cuyo análisis se identifican los significados de ‘piedra’, ‘roca’ o ‘duro’ en coherencia con la orografía granítica sobre la que se asentaban estos clanes.

Prehistoria: Gallaecia

Siguiendo la periodización cronológica al uso, se aborda este extenso período histórico comenzando por las primeras manifestaciones culturales del Neolítico en la región (Oestriminios). En esta época se define la iconografía identitaria galaica que después eclosionará con la llegada de la cultura de las Urnas de mano de los celtas (Kallaicoi) durante la Edad de Bronce y el Calcolítico. Finalmente, se aborda la romanización desde los primeros enfrentamientos bélicos (romanos) hasta la conformación de la jerarquía eclesiástica priscilianista a finales del siglo IV (priscilianismo).


Los primeros antecedentes de la posterior configuración territorial y cultural galaicas se registran a partir del Neolítico. Tras la aparición del género Homo en Africa durante el Pleistoceno, tendrá lugar la transición entre las especies Australopitecus y Sapiens a lo largo de todo el Paleolítico. En Europa, a su vez y a partir de antecesores comunes al Homo Sapiens se desarrolla la especie Neandertal que según las hipótesis de los paleoantropólogos se extinguió, hace unos 30000 años, por la superioridad numérica y organizativa del hombre de Cromagnon aunque posiblemente se dieran casos de hibridación; por lo tanto, el Homo Sapiens protagoniza en solitario el cambio progresivo de una organización social nómada basada en el sistema de caza y recolección a otra basada en la agricultura. Este cambio favorece la creación de asentamientos más estables y con ellos la emergencia de nuevas formas culturales.
Una de ellas es el megalitismo, que en Europa se desarrolla desde el Neolítico hasta la Edad de Bronce caracterizándose por la presencia de (megalitos),construcciones realizadas con piedras de grandes dimensiones. A la luz de las dataciones arqueológicas9 y síntesis historiográficas10 hasta la fecha, no se recomienda asumir como probado el comienzo de esta nueva cultura antes del 4300 a. C. tanto en Galicia como en el norte de Portugal, donde se origina elmegalitismo atlántico11 al extenderse por toda la fachada atlántica. La cultura del “megalitismo atlántico” vive su apogeo peninsular entre el 3000 a. C. y el2300 a. C. y se manifiesta de forma homogénea en un área que comprendería el norte de PortugalGaliciaAsturiasLeón y Zamora de manera que su área de implantación sería el precedente de la futura Gallaecia.
Los megalitos que más abundan son los sepulcros funerarios, construcciones formadas generalmente por un túmulo en torno a un dolmen interior con o sin corredor de entrada, en el que se depositaban los cadáveres y un ajuar funerario. Estos dólmenes se encuentran frecuentemente agrupados en necrópolis situadas en llanuras o altiplanos y proliferan sobre todo en la vertiente septentrional y occidental de la actual Galicia.
El gran número de dólmenes inducen la existencia de una población densa y dispersa que, según los análisis arqueológicos, hacía uso de una ganadería primitiva basaba en la cría de bueyes, cerdos, cabras y ovejas y una agricultura de cereales y leguminosas poco sofisticada, lo que les obligaría a seguir dependiendo de las técnicas mesolíticas de caza y recolección. La sociedad megalítica galaica no desarrolló una jerarquización social significativa, como demuestran los ascéticos uniformes de los sepulcros o los enterramientos colectivos, en los que abundan más los útiles de finalidad productiva que los objetos de adorno. Se trataba en cambio de una “sociedad igualitaria, compuesta de pequeñas comunidades, poco belicosa y asentada de forma dispersa” en el territorio. Su características más destacables serían su sorprendente habilidad arquitectónica —lo que revela una gran capacidad de organización del grupo—, y sobre todo su capacidad de abstracción y trascendencia manifestada en profundo sentido religioso, constatable en la gran cantidad de sepulcros. Los grabados encontrados en ellos describen una “mitología centrada en la fecundidad y en la muerte”, emergiendo la figura del oficiante o mediador entre los dioses y los seres humanos.
Las tecnologías megalíticas comienzan a desaparecer con la llegada de las técnicas metalúrgicas. Sin embargo la identidad cultural fraguada en el período megalítico no desaparecerá, sino que continuará transmitiéndose en el tránsito del tercer al primer milenio a. C., como demuestra la existencia de los petroglifos,litografías realizadas en piedra granítica al aire libre.
La homogeneidad técnica y temática de esta expresión cultural permite definir la existencia de un grupo galaico de arte rupestre caracterizado por una temática abstracta que ocupa la mayor parte de la superficie, rodeada por elementos de una temática naturalista, generalmente zoomorfa y antropomorfa junto con elementos como armas, escudos e ídolos-cilindro. Aunque los elementos naturalistas son los que caracterizan y diferencian la litografía prehistórica galaica frente a sus equivalentes europeos, son los motivos abstractos —en especial laberintos, tramas geométricas y trisqueles— los que se consolidarán en la cultura castreña.


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