Secciones

jueves, 2 de agosto de 2012

los celtas y las palabras

Gracias a las fuentes clásicas sabemos que los sacerdotes de los celtas no gustaban de la escritura para conservar la doctrina religiosa. Eso no significa que no tuvieran escritura, sino que no la usaban para transmitir sus creencias.

Para entender las razones que tenían para no poner sus creencias y prácticas por escrito hay que entender el concepto de tradición dinámica o viva y el de tradición estática o “muerta”. La tradición viva, que para los celtas sería la oral, evoluciona y cambia con las generaciones y los interlocutores que la difunden. Según Jean Markale, “una civilización de la oralidad es más flexible, más libre, más susceptible de innovación que una civilización de la escritura.”
La escritura permanece allí, inmutable, incambiable, y por tanto era muy peligroso poner cosas por escrito que tenían que estar sujetas a cambio. Escribir algo era eternificarlo, perpetuarlo. Además, la escritura no transmitía vibración alguna, ningún tipo de energía, sino que era como una losa que impedía el movimiento y permanecía allí, inmutable.
Las palabras, en cambio, tienen un ritmo y una cadencia, que es donde realmente residía la magia. La palabra (hechizo) o la música eran los acompañamientos cruciales de esta tradición oral. Los bardos, entonces, eran capaces de contar historias, entonar maldiciones, cambiar el destino de las personas, convirtiéndolas en héroes o haciendo que sus nombres se perdieran en el tiempo.

Ejemplos del poder de la palabra en a cultura celta irlandesa:

Glam Dicin:

Considerada la “maldición suprema” o el “grito obligatorio”. Parecido al galés “diaspad”, el “grito penetrante”, esta sátira determinaba el destino del individuo, pero hay que haber cometido un acto de infracción de leyes o normas, como un castigo. Se trataba de un encantamiento satírico entonado por los fili (bardos o poetas) o los druidas, y recibir un glám dicin era caer en el más absoluto rechazo social, pues entre los celtas estaba muy mal considerado ser objeto de una sátira.

Teinm Laegda:

Una de las formas de adquirir el conocimiento profético, junto con el método de imbas forosnai y el de díchetal do chennaib, del cual se habla en el ciclo de Leinster. El teinm laegda, o iluminación del canto, era una técnica mediante la cual se podían hacer profecías a partir del canto de determinadas fórmulas. El proceso implicaba una serie de gestos, como hacer un sacrifico precio, tocar con una varita un ser o cosa sobre la que s epreguntaba, y ponerse el pulgar en la boca.

Geis (pronunciado /gèsh/ ) (tynged, en galés):

La prohibición u obligación (término que, pese a ello, debería liberarse de todo sentido negativo), derivada de la palabra guth ‘voz’, pero aún así de origen incierto, este encantamiento determina la vida de quien lo recibe, y no seguirla o transgredirla causa el rechazo social y la muerte. Mucho más complejo que el Glam dicin, se trataba de un encantamiento a menudo mencionado por la casta sacerdotal, lo cual adquiría un poder eminentemente legalizador. Imagínense pues, qué dimensión adquiriría escribir un geis en algún lugar, si ya su poder oral era más que sagrado. Geis es lo que recibe Setanta, Cúchulain, sobre comer carne de cerdo y rehusar los festines. Cuando es obligado a transgredir uno, y por tanto el otro, este dilema y la transgresión de ambos causa su muerte. Pero los geis no siempre terminan de una forma negativa, sino que a veces eran necesarios para el devenir de los hechos. Un individuo también podía recitar un geis para sí mismo, lo cual lo ataba a una situación: “El hecho de jurar “por el dios que jura mi tribu” da al acto su dimensión sagrada. Es un compromiso solemne que pone por testigos y fiadores a los dioses, o también a las fuerzas naturales, como el sol, los vientos o la tierra.” (Markale, Druidas, p. 199)

“El poder de la Palabra no existe sin la voz que anima esa palabra, sin un gutuater (invocador) para invocar las fuerzas misteriosas que duermen en torno a nosotros y en nosotros.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario